No necesitaba pegarme un tiro o clavarme un puñal. No necesitaba estrangularme hasta que exhalara mi último aliento. No necesitaba llevar mi cuerpo sin vida a un descampado para deshacerse de mí. Nada de eso era necesario. Porque para matarme y enterrarme en vida, con sus palabras de desprecio bastaba. Y hubiera preferido mil veces que mi corazón hubiera dejado de latir de verdad...
No hay comentarios:
Publicar un comentario