lunes, 8 de mayo de 2017

Una mentira siempre lleva a otra.

Una mentira siempre lleva a otra. Y lo peor es que no basta con decirlas. Para que la otra persona se las crea, hay que sostenerlas, respaldarlas con actos. Aunque claro, para que una mentira salga adelante, también hace falta que la otra persona quiera creérselas.

Y así nos pasó a nosotros. Tú me mentías y yo tenía la estúpida necesidad de creer que todo lo que me decías era cierto. Y así fuimos construyendo, poco a poco, esta farsa a la que decidimos llamar relación, noviazgo, o como se te de la gana llamarlo. Algo enfermizo en todo caso. Hasta que abrí los ojos, y me di cuenta de que, en realidad, no éramos nada.

Con las mentiras pasa como con las fichas de dominó. Una vez cae una, las otras caen por su propio peso. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario