Dicen que la vida no es justa. En cierto modo es cierto, pero tampoco hay que olvidar que es ella misma la que se ocupa de poner a cada quien en su lugar. Cada uno escribe su propio destino, día a día, y cada acto tiene su consecuencia.
Por ello, no me preocupo por las personas que me hacen daño, las mismas que dedican su vida entera a averiguar qué hacen o dejan de hacer los demás para actuar en consecuencia y para intentar que no consiga mis objetivos. Ya aparecerá alguien de las mismas características que les haga lo mismo y les haga probar de su propia medicina.
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