domingo, 9 de abril de 2017

La chica que bailaba.

Para el resto del mundo, ella solo era una mujer que bailaba por dinero, que se subía encima de un mugroso escenario para mover su cuerpo, haciendo que todos los hombres babearan viendo cómo sus caderas cortaban el aire. Para el resto del mundo, su piel de porcelana solo era una ilusión que desaparecía si alguien se atrevía a ponerle un dedo encima. Era verdad que todo aquel que la veía bailar solo podía pensar en pasar una noche con ella, soñar con una sola caricia suya. Aunque la cruda realidad era que nadie la veía como una persona, con sentimientos y sueños. Solo era la chica que bailaba en aquel antro y con la que imaginar una noche de pasión perfecta. Luego todos esos hombres volvían a sus casas, con sus familias, y si la recordaban no era para nada bueno.

Pero él no. Él era diferente. Él no había podido evitar enamorarse de esa ilusión. Cada noche imaginaba que en aquel horrible antro estaba él solo y que ella se movía solo para él.

Él no soñaba con una noche de pasión con aquella pobre chica que bailaba para hacer babear a todo el que la viera. Él era mucho más ambicioso. Tenía la esperanza de poder pasar su vida entera con ella. 

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