domingo, 2 de abril de 2017

Causas olvidadas.

Recientemente he visto un reportaje sobre el desastre nuclear que ocurrió en Fukushima. Ya han pasado seis años desde que ocurrió la catástrofe. Personalmente ya ni me acordaba. Como le suele pasar a la gran mayoría de seres humanos con los grandes desastres de la humanidad, los olvidamos con facilidad. ¿Quién se acuerda de lo que ocurrió en Haití? ¿O en Chernovil? Casi nadie. Es verdad que a veces se nos viene a la cabeza, pero por norma general no nos acordamos. 

Cuando ocurren este tipo de desastres, que por desgracia suelen ocurrir en países en los que la gente de a pie apenas tienen recursos, las donaciones a ONGs y demás organizaciones se disparan. De repente a todo el mundo le da por querer ayudar de algún modo. Pero, con el pasar del tiempo, el desastre se olvida, aunque la gente que se ha visto afectada por esas catástrofes sigue teniendo los mismos problemas, si es que no son peores. Cuando van pasando los meses, esos países que antes eran el centro de todas las miradas vuelven a ser invisibles. 

Ayudar está muy bien. Preocuparse por los demás es algo que debería hacer todo el mundo. Tal vez así nuestras vidas serían mucho más fáciles. Pero hay que admitir que hay gente que ayuda buscando un beneficio propio. Hablo de estas personas que hacen donativos para sentirse un poco más útil y un poco mejor consigo mismo. Estas personas que, si aportan algo a cualquier causa, es solo para poder decir lo buena persona que es y lo mucho que ayuda a los que más lo necesitan. Aunque luego se comporte como un verdadero hijo de puta con la gente que les rodea. 

No me malinterpreten. No quiero decir que las donaciones no sean necesarias. Para poder realizar un proyecto, sobre todo si hablamos de uno que pretenda ayudar a muchas personas, se requiere un gran desembolso económico. Pero no seamos tan hipócritas. Con dar un euro o dos para cualquier causa no es suficiente. Si de verdad quieres ayudar, mira a tu alrededor. Hay mucha gente que necesita que lo apoyen, que le den las herramientas necesarias para poder seguir adelante. Personas que lo último que necesitas es que les den dinero. Aunque, por otro lado, salir de casa y trabajar desinteresadamente supone muchísimo esfuerzo. ¿Qué clase de loco podría hacerlo?

Claro, es mucho más fácil mandar un mensaje para ayudar a no sé qué causa, desde el sofá, sin salir de casa, autoengañándose de que con eso se soluciona el problema y que ha sido, precisamente, gracias a nosotros. Casi como si fuéramos los salvadores de toda aquella pobre gente.

Seamos realistas. Hasta que no empecemos a mover el culo del sofá y a salir a la calle para ver qué es lo que está pasando de verdad, no se va a solucionar nunca nada.   

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